I -- Héroe en Lepanto
Conviene dejar claro, a este respecto, que Domingo de
geográfico más alejado de sus principales áreas de pesca
Zavala no fue propiamente un marino, como a veces
y comercio, y en un escenario guerrero bien distinto de
erróneamente se ha pretendido, sino un empleado de la
la lucha en el océano: el Mediterráneo y sus escuadras
administración militar llamado al mando de una galera
de galeras.
por confianza personal y decisión libérrima de los altos
mandos de la Armada ­como era habitual en la época­, y
Protagonismo mediterráneo
más concretamente de Luis de Requesens. Ni antes ni
después de Lepanto desempeñó Zavala mando naval ni
Por el contrario, todo indica el absoluto protagonismo
función marinera ninguna, sino una larga y brillante
de los ribereños del Mediterráneo ­catalanes, mallor-
carrera burocrática en los ámbitos de guerra (Secretario
quines, valencianos, murcianos y andaluces­ en la dota-
de Estado y Guerra en el Gobierno general de Flandes)
ción de la escuadra de galeras «de España», única real-
y contabilidad (Contador Mayor de Hacienda), que le
mente española de cuantas servían a Felipe II en el este
llevaría finalmente a formar parte del Consejo supremo
mar, puesto que las demás (las de Nápoles y Sicilia, súb-
de Hacienda.
ditas de este Monarca, en cuanto ambos territorios for-
maban parte de la «Monarquía Católica» o hispánica; y
la genovesa de Juan Andrea Doria, a sueldo de Felipe II)
Un vasco en Lepanto
eran, propiamente hablando, italianas.
Ahora bien, ello no impide reconocer que Zavala es
Otro dato a tener en cuenta, este último, para esclarecer
muy posiblemente la presencia vasca más destacada en
el porqué de la escasa manifestación vasca en Lepanto:
la victoria de Lepanto; partiendo, eso sí, del hecho cier-
la ya de porlimitada aportación naval española en
to de que no hubo verdadero protagonismo guipuzcoa-
cuanto a número de buques se refiere, a la Armada de la
no y vizcaíno en esta magna campaña mediterránea.
«Santa Liga», apenas una docena de galeras sobre el to-
En este sentido cabe apuntar, por el escaso rastro que
tal aproximado de 80 unidades aportadas por Felipe II y
nos ha dejado ­o, al menos, por las pocas señales de que
unas 210 contando las escuadras de Venecia y del Papa
hasta el momento disponemos­, que la intervención de
­española estrictamente hablando, sin incluir por tanto
los marinos vascos en el gran acontecimiento de Lepan-
a Nápoles, a Sicilia ni a Doria­.
to parece comparativamente muy reducida y modesta.
También es cierto, que el personal de estas diversas es-
La imperiosa necesidad de atender simultáneamente dos
cuadras de Felipe II era relativamente intercambiable
teatros estratégicos distintos como eran el Atlántico y el
entre sí, y de hecho en Lepanto se observa que gran par-
Mediterráneo, sin posibilidad ninguna de trasvasar los
te de las 30 galeras napolitanas aparecen mandadas por
efectivos disponibles de uno al otro debido a la conti-
capitanes españoles.
nua amenaza que pendía sobre ambos, puede explicar
Todo lo anterior sin perjuicio, por supuesto, de recono-
en buena medida esta escasa presencia en el Mediterrá-
cer la trascendencia cualitativa que en la victoria tuvie-
neo de los marinos guipuzcoanos y vizcaínos, en cuanto
ron los célebres Tercios de la infantería española embar-
eran absolutamente imprescindibles para tripular las naos
cada, y la buena parte del mérito que en el éxito de toda
oceánicas. Ni las unidades oceánicas pudieron sustraer-
la campaña corresponde a Don Juan de Austria, Álvaro
se de la protección al vital tráfico de Indias, ni las escua-
de Bazán y Luis de Requesens.
dras de galeras pudieron nunca abandonar el «Mare
Nostrum» para acudir a socorrer la insuficiente presen-
cia naval española en los Países Bajos.
Buques de combate aportados
Por contra, es sabido que las Flotas de Indias, la Armada
por Felipe II, el Papa y Venecia
de la Guarda de la Carrera de Indias, la Armada del Mar
a la Armada de la Santa Liga
Océano, la «Gran Armada» enviada contra Inglaterra
en 1588, y todas las formaciones navales oceánicas que
operaron durante el reinado de Felipe II en el Atlántico,
Las cifras más fiables que se dan para los contin-
Cantábrico, Canal de la Mancha y Caribe, tuvieron en
gentes reunidos en Messina en septiembre de 1571
la Provincia de Guipúzcoa y en el Señorío de Vizcaya
son: 14 ó 13 galeras la escuadra «de España», 30
una cantera indispensable de marinos, que tripularon
la de Nápoles, 10 la de de Sicilia, 11 la genovesa
en buena medida sus naos y galeones, y protagonizaron
de Juan Andrea Doria, y otras 13 galeras de parti-
gran parte de sus éxitos y de sus reveses. Baste recordar
culares italianos a sueldo de Felipe II (total: 78 ó
aquí a los afamados Juan Martínez de Recalde, Miguel
77).
de Oquendo, Martín de Bertendona, los Villaviciosa,
12 la escuadra pontificia.
Cristóbal de Eraso, Marcos de Aramburu, Antonio de
106 ó 109, más 6 galeazas, la escuadra de Venecia.
Urquiola y Pedro de Zubiaur, por mencionar las figuras
más notables entre una nómina extensísima.
3 del Ducado de Saboya (microestado italiano en
la órbita de España), 3 de la República de Génova
No es tan conocido, sin embargo, el papel mucho más
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limitado y oscuro que los vascos tuvieron en un medio
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