I -- Héroe en Lepanto
de julio al Rey «con gran humildad y respeto (...) algo se
ción embarcado en la propia galera «Real» del Capitán
me debe en tanto Dios me ha hecho hermano de Su
General, pero Don Juan terminó por sugerirle que si-
Majestad, y por tanto no puedo evitar decir esto, ni evi-
guiera el viaje en su propia Capitana.
tar sentirme dolido, he sido tenido tan poco en cuenta
Detalle interesante, por lo que concierne al papel de Do-
(...) en vuestra orden que me reduce al mismo nivel que
mingo de Zavala como «tenedor de libros» (contable) al
a muchos otros de vuestros sirvientes, algo que cierta-
servicio directo de Requesens, es la designación de este
mente creo no merecer».7 Sin embargo, y como cabía
último como encargado de firmar los pagos del dinero
esperar de la personalidad de Felipe II, no habría la me-
que se gastara durante la campaña para el sostenimiento
nor contraorden en este sentido.
de la flota y la infantería hispanas, por decisión de Juan
de Austria (Barcelona 8 de julio).9
La tutoría que el Rey encomendó en junio de 1571 al
Comendador Mayor sobre Juan de Austria, no era un
hecho novedoso, sino que prolongaba la que ya le había
La flota hispana rumbo a Messina
confiado en marzo de 1568, cuando designara al diplo-
mático y marino barcelonés como «Lugarteniente gene-
El 11 de julio salió de Barcelona hacia Génova una avan-
ral de la Mar», asesor ­en realidad, y en virtud de disposi-
zadilla de exploración formada por 11 galeras, y por fin,
ciones secretas, verdadero tutor­ del absolutamente inex-
como ya hemos avanzado, el día 20 se hacía a la mar,
perto «Capitán General de la Mar» Don Juan. En efecto,
siguiendo el mismo rumbo, el grueso de la fuerza hispa-
en instrucción particular fecha 22-3-1568 dirigida al
na reunida en la Ciudad Condal, con 37 galeras, acom-
Comendador Mayor, el Monarca le indicaba que todo lo
pañadas de las necesarias naves de suministro.
que hubiera que despacharse por escrito llevara la firma
La flota del Rey Católico recogerá el día 24 en Niza
tanto del Capitán General como la suya; y, más impor-
(Ducado de Saboya) la pequeña escuadrilla que a la Santa
tante todavía, en instrucción secreta del mismo día («para
Liga aportaba el Duque Manuel Filiberto, el que fuera
vos sólo»), señalaba que todo lo que se ordenare e hiciere
célebre vencedor de San Quintín al frente del ejército
debía ser con su acuerdo, sin poder Don Juan de Austria
de Felipe II (1557); y seguidamente llegaba el 26 a Gé-
apartarse de él de ninguna manera, y, en caso de que Don
nova, siempre fiel colaboradora de la Monarquía hispá-
Juan se apartara alguna vez de su parecer, le facultaba para
nica, donde embarcaron nuevas tropas a sueldo del Rey
hacer discretamente las diligencias que creyera convenien-
español. Luego de cinco días de estancia en la ciudad, el
tes y para acudir a su regia autoridad. Todo ello, por su-
1 de agosto la flota se hacía de nuevo a la mar.
puesto, sin demostraciones públicas, y guardando la con-
sideración que a su hermanastro se debía.8
El siguiente destino de Juan de Austria y de las escua-
dras del Rey Felipe II era Nápoles, donde llegaron el 8
El Comendador Mayor ejerció efectivamente esta tute-
de agosto y donde el hermano del Monarca hizo su en-
la durante toda la campaña de Lepanto, con discreción
trada apoteósica el día 9, en un grandioso recibimiento
y tacto (de ahí que aquella haya pasado relativamente
oficial y popular ­todavía más entusiasta, si cabe, que
desapercibida), que no impidieron sin embargo el dis-
los que ya recibiera en Barcelona y en Génova­ presidi-
gusto de un Don Juan herido en su amor propio. Un
do por el Cardenal de Granvela en calidad de Virrey.
detalle curioso al respecto: Requesens inició la expedi-
Acto simbólico de formación de la Armada de la Santa Liga
Nápoles, 14 de agosto. Mientras se realizaba el aprovisionamiento de la flota hispana previsto en este
nuevo escalón logístico, tenía lugar en la iglesia del convento franciscano de Santa Clara uno de los
momentos más emotivos de estos preliminares de la batalla de Lepanto. El Cardenal de Granvela
celebraba la solemne misa en la que se entregaron a Don Juan el estandarte de la Liga y el bastón de
mando de Capitán General, que el Papa Pío V había bendecido y enviado desde Roma. El estan-
darte, de color azul, presentaba en medio un gran crucifijo, acompañado en su parte inferior de los
escudos de Venecia (izqda.), el Papado (centro), la Monarquía Católica (dcha.), y debajo de los
anteriores, el de Don Juan de Austria, enlazados los cuatro por cadenas doradas como símbolo de
la firmeza de la Liga. La iglesia, atestada, presenció al término de la misa y del «Te Deum» la
ceremonia por la cual el Cardenal, comisionado para la ocasión por el Papa como Legado pontifi-
cio, entregó a Don Juan, puesto de rodillas ante el altar (acompañado del Principe de Parma
Alejandro Farnesio, el Príncipe de Urbino Francesco María della Rovere, y Luis de Requesens), el
bastón y el estandarte con las palabras «Toma, dichoso príncipe, la insignia del verdadero Verbo
hecho hombre. Toma la viva señal de la Santa Fe, cuyo defensor eres en esta empresa. Ella te dará
una victoria gloriosa sobre el enemigo impío y por tu mano será abatida su soberbia», tres veces
pronunciadas en latín, español e italiano, y contestadas por el grito «Amén!», «Amén!», «Amén!»
repetido entusiastamente por los asistentes.
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