I.I -- Los preparativos
... ... ...
Total: 27.000 hombres a la salida de Messina (23.000 el día del combate en Lepanto).
A la «gente de guerra» había que unir:
- la «gente de mar» ­que incluía a los artilleros encargados del manejo de los cañones de
a bordo, aunque luego requirieran el auxilio de los infantes embarcados­ y
- la «gente de remo», sobre la que existen menos datos. Limitándose el examen a los
buques de combate, es decir, a las galeras (sin incluir las naves de transporte y las unida-
des ligeras ­que no tomaron parte en la batalla­), puede estimarse la «gente de mar» de
las galeras y galeazas en unos 7.500 hombres y los remeros en unos 34.000, con mayo-
ría, en esta ocasión, para Venecia (unos 4.000 y 17.000, respectivamente, frente a unos
2.800 y 13.000 de las escuadras hispanas, correspondiendo el resto a las escuadras me-
nores del Papa, la República de Génova, Saboya y la Orden de Malta).2
En el escenario del gigantesco combate del día 7 de octubre, las galeras cristianas embar-
caban, sumando los tres conceptos ­gentes «de guerra», «de mar» y «de remo»­, unos
65.000 hombres.
La cifra tradicional, 80.000 personas a la salida de Messina (30.000 la «gente de guerra»
y 50.000 las gentes «de mar» y «de remo»), que probablemente peca por exceso, inclui-
ría los 4.000 soldados que se quedaron en Corfú, y las dotaciones de las naves de sumi-
nistro y embarcaciones auxiliares, que no intervinieron en el combate. Hay evaluacio-
nes superiores, como la de 84.420 hombres (28.000, 12.920 y 43.500 respectivamen-
te), cifra que parece excesiva sobre todo en lo que al número de remeros se refiere, aun
contando los de las unidades auxiliares ­fragatas y bergantines­.
Hay que reconocer que en la empresa de Lepanto hubo más participación italiana que
propiamente española, aunque también es cierto que buena parte de las galeras, tropas
y recursos económicos italianos procedían de territorios súbditos de Felipe II (Nápoles,
Sicilia y Milán) y estaban dirigidos por autoridades españolas.
Siendo cierta, y así debe señalarse, esta mayoritaria presencia italiana, no lo es menos
­y así se reconoce también en justicia­ que la victoria de Lepanto hubiera sido absolu-
tamente imposible sin la excelencia combativa de los Tercios españoles y sin el acertado
liderazgo político de Don Juan. Fue un triunfo rigurosamente conjunto, del que no
pueden apropiarse ni italianos ni españoles.
1
Recogida por Aparici (1847), p. 24; Sola (1947), pp. 448-449.
2
Bicheno (2005), p. 325.
La mañana del 10 de septiembre se reunió el consejo
general de la Armada, con presencia del Capitán Gene-
Planteamiento de la campaña
ral (Juan de Austria), el Lugarteniente general de la mis-
en la Armada cristiana
ma (el pontificio Colonna) y el general de la escuadra
veneciana (Sebastián Veniero), acompañados los tres de
Hemos mencionado con anterioridad las importantes
sus respectivos consejos; el consejo español de Don Juan,
recomendaciones de García de Toledo, el antecesor de
como ya sabemos, estaba encabezado por su «Lugarte-
Juan de Austria en la «Capitanía General de la Mar».
niente general de la Mar», Luis de Requesens. Después
Este veterano marino, retirado, mantuvo en agosto y
de manejarse varias opciones, como dedicar la campaña
septiembre desde Pisa una activa correspondencia con
a la toma de ciertas plazas estratégicas del Adriático o
Don Juan y con el Comendador Mayor aconsejándoles,
del Peloponeso,12 la decisión adoptada fue salir de in-
entre otras cosas, formar tres cuerpos lo suficientemen-
mediato en busca de la flota enemiga para dar la batalla.
te manejables ­un centro y dos alas­ y no un solo escua-
drón, «porque del número grande es cierto que nacerá
En este consejo y en los que le siguieron (en especial, el
confusión y embarazo de unas galeras con otras, como
que celebraron los españoles en Petela el 6 de octubre),
ocurrió en la Preveza»11 (en referencia al fracaso de la
y contra lo que algunos comentarios interesados propa-
armada hispano-papal-veneciana de 1538, en época de
garon después de la victoria , el Comendador Mayor no
Carlos V).
se mostró contrario a la idea de buscar el combate deci-
37
Z