II -- De Amberes a Madrid
El primero era la protección que desde aquí se daba a la
a Requesens confiándole el puesto más delicado de toda
fiel aliada República de Génova, pues el doble apoyo de
la Monarquía. El Comendador Mayor, hombre ya de
sus banqueros y de sus marinos particulares a sueldo,
suyo muy precavido, y a quien la experiencia de los años
era del máximo interés para la Monarquía hispana.
y su escasa salud hacían cada vez más escéptico y pesi-
mista, hizo cuanto pudo para esquivar su designación
Y el segundo se refiere a Flandes: Milán, en efecto, era la
en ciernes, pero todo fue inútil. De nada le valió argu-
denominada «plaza de armas» del célebre «Camino Es-
mentar, por ejemplo, su escasa experiencia militar en la
pañol» ­la vía terrestre que comunicaba los Países Bajos
guerra terrestre (su experiencia militar, en efecto, era fun-
con el resto de la Monarquía­: aquí se concentraban,
damentalmente marítima), su mala salud, que el peso
previo desembarco en Génova, las tropas que periódica-
del cargo era superior a sus fuerzas, su desconocimiento
mente procedían de España, Sicilia o Nápoles con des-
de aquellos Estados, etc.5 ­Pero no eran sus cualidades
tino a Flandes (o viceversa, las que volvían de regreso).
como estratega la razón por la cual el Rey le quería en
La estancia de Requesens y de Zavala en Milán una vez
Flandes, sino otras que ya hemos apuntado­. Incluso le
reincorporado al servicio de su señor, recuperado de sus
llegó a escribir al propio Monarca que «voy a este nego-
heridas de Lepanto, fue relativamente plácida. Sin más
cio forzado, y de la manera que si Vuestra Majestad me
trastorno que el polémico conflicto jurisdiccional pro-
condenara por pena particular a aquellos Estados»
ducido entre el Gobernador general y el arzobispo Car-
(26-2-1573). En carta a su mujer, llega a decir que pre-
los Borromeo ­de resonancia en toda Europa­3; nada,
sentaba tantas excusas para no ir a Flandes como «el que
en cualquier caso, que pudiera compararse con lo que
llevan a ahorcar».
les esperaba próximamente, sin ellos saberlo, en Flan-
En su correspondencia con su hermano Juan de Zúñiga
des.
y Requesens (embajador en Roma), Don Luis mostraba
La crisis flamenca, en efecto, no tardaría en sacarles del
su absoluta falta de esperanza de que la situación de los
magnífico Palacio de los duques de Milán, para meter-
Países Bajos tuviera vuelta atrás: daba la zona norte (Ho-
les en el avispero del Norte. Este título estaba en pose-
landa) por perdida; y veía claramente que de España no
sión de Felipe II, representado «in situ» por el Goberna-
le iba a llegar el dinero necesario para pagar al numero-
dor general, quien por tanto residía en el Palacio
so ejército que era necesario sostener solamente para ase-
real-ducal4 acompañado de su séquito.
gurar los territorios que seguían bajo control español.
En ambas negras predicciones, no pudo acertar más de
pleno.
En los Países Bajos
Previendo su inevitable traslado a Flandes, el 12-3-1573
El enmarañado conflicto de los Países Bajos, consecuen-
Luis de Requesens escribía a su hermano Juan de Zúñi-
cia de una intrincada mezcla de causas religiosas y polí-
ga que tenía previsto llevarse consigo allí a Zavala ­«es
ticas, se hallaba, bajo la gestión rigurosa del Duque de
tanta su limpieza, secreto y virtud, que me haría gran
Alba, en un callejón sin salida. La situación derivaba de
falta»­ (cfr. Apéndice II).
la mutua oposición entre católicos y protestantes, y el
Aparte de Zavala, llama la atención el número de apelli-
deterioro de los privilegios, usos y costumbres tradicio-
dos vascos que cita el Comendador Mayor entre sus es-
nales de estos Estados.
cribientes y pajes, en la misma carta. El séquito de este
El Rey Felipe II resolvió dar un giro en sentido más mo-
aristócrata barcelonés, en efecto, se componía desde an-
derado y, en determinadas cuestiones, conciliador, y para
tes de la batalla de Lepanto casi en su totalidad de servi-
ello puso sus ojos en uno de sus hombres de su mayor
dores catalanes, lógicamente (Guillem de Sant Climent,
confianza, y que reunía precisamente las excelentes con-
Alexandre de Torrelles, etc), pero también de vascos, en-
diciones políticas y diplomáticas que se requerían para
cabezados por Zavala ­en lo que se refiere, en especial, a
esa nueva orientación: Luis de Requesens.
su personal administrativo­ . Vemos, pues, que escri-
El Monarca le conocía perfectamente desde la niñez,
bientes y pajes vascos seguían nutriendo el servicio de
apreciaba extraordinariamente su índole prudente y ca-
las casas nobiliares de la Península, para prosperar a su
bal, y estaba altamente satisfecho de sus servicios; en la
servicio o pasar en un momento dado a la administra-
embajada de Roma; en la «Lugartenencia general de la
ción Real. Como defecto de Zavala y de sus «maravillo-
Mar» como asesor (en realidad, tutor) de su hermanas-
sos» escribientes vascos, señala Requesens su «falta de
tro Juan de Austria; en la campaña naval de Lepanto; y,
estilo», lo que le impedía delegar en ellos la redacción de
sus cartas.6
ahora, en el Gobierno general de Milán.
Así, el 30-1-1573, cuando Requesens no llevaba ni un
El nombramiento oficial de Requesens como nuevo
año en este último destino, el Rey le escribía ya anun-
Gobernador general y Capitán General de los Países Ba-
ciándole su intención de trasladarle a los Países Bajos
jos se firmó por fin el 19 de octubre, cuando el Comen-
«para os encargar el mayor negocio y de mayor impor-
dador Mayor ya se había puesto en camino.
tancia que he tenido ni podré tener».
En efecto, la mañana del 5 de octubre salía de Milán la
No cabe duda de que el Monarca hacía un gran honor,
comitiva del Comendador Mayor camino de Flandes.
y al mismo tiempo ponía en un complicadísimo trance,
La componían su séquito personal ­unas 60 personas­
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