II -- De Amberes a Madrid
Relaciones exteriores del Gobernador general de los Países Bajos,
cuyo despacho administrativo correspondía al Secretario de Estado
y Guerra Domingo de Zavala
No era la administración militar el único ámbito en que debía trabajar Domingo de
Zavala. Ya hemos avanzado que le tocaba también gestionar la correspondencia del
Gobernador general con las potencias extranjeras y sus comisionados en Bruselas, así
como, lógicamente, con los embajadores españoles destinados en esos países.
Una muestra de la importancia de estas relaciones (además de lo que apuntamos en el
Apéndice II), es lo que se contiene a este respecto en la «Instrucción secreta y particular»
(octubre 1573)1 que el Rey redactó para ser entregada a Requesens a su llegada a los
Países Bajos:
«Porque habiendo vos de presidir en aquellos Estados, y representar en el gobierno
dellos mi persona, es muy conveniente que tengáis muy buena amistad con los Prínci-
pes vecinos y comarcanos, será bien que luego que hayáis tomado la posesión del cargo
enviéis a visitar al Emperador2 y Emperatriz, mis hermanos, dándoles a entender que
tenéis orden mía para les servir y complacer, como en efecto quiero que lo hagáis en lo
que se sufriere y hubiere lugar, pues para ello hay las obligaciones que sabéis, y con el
conde de Montagudo,3 mi Embajador que reside cerca dellos y en su Corte, tendréis la
ordinaria y buena correspondencia que se requiere, que él tendrá con vos la misma,
según que yo se lo escribo y envío a mandar (...). Y a los Electores eclesiásticos y duques
de Baviera, Cleves y Lorena, y a los obispos de Lieja y Munster, y otros mis amigos y
servidores, escribiréis en la conformidad de lo que el duque de Alba os advirtiere, que
tiene entendido hasta dónde se puede y debe llegar con cada uno dellos (...). También
enviaréis a visitar a los Cristianísimos Reyes de Francia, con palabras de generalidad, por
donde entiendan la voluntad que yo tengo de conservar con ellos la amistad y buena
hermandad que entre nosotros hay, y que vos en mi nombre tendréis cuidado de los
complacer en las ocasiones que se ofrescieren, sin prendaros a particularidad ninguna;
que aquí irán cartas mías para ellos y para don Diego de Zúñiga, mi Embajador, con el
cual habéis de tener la buena y ordinaria correspondencia que sabéis que se requiere,
que él tendrá con vos la misma como yo se lo escribo y envío a mandar.
En cuanto a la Reina de Inglaterra,4 procederéis conforme al estado en que tuviere el
duque de Alba los negocios; y, si a él le paresciere que conviene, la enviaréis a visitar con
una mi carta que aquí irá para ella ofresciéndole buena vecindad, y, porque al presente
yo no tengo Embajador en aquella Corte, tendréis la correspondencia con la persona o
personas que el Duque os dijere que la ha tenido.
De él entenderéis el número de ingleses católicos que de dineros míos se sustentan en
aquellos Estados, que por ser buena obra, y de que se sirve Nuestro Señor, es mi volun-
tad que se continúe mientras yo no mandare otra cosa, y que vos tengáis cuidado de que
se les pague bien y a sus tiempos lo que esto montare(...)»5 .
1
Co.Do.In., Tomo CII, pp. 305-306.
2
Maximiliano II, de la rama austríaca de los Habsburgo; primo carnal del Rey de España Felipe
II.
3
Francisco Hurtado de Mendoza, conde de Monteagudo.
4
Isabel I.
5
Entre esos católicos británicos, por ejemplo, estaba el escocés James Hamilton ­servidor de la
reina de Escocia María Estuardo, que se hallaba cautiva de Isabel I en Inglaterra­, sostenido
económicamente desde el Gobierno general de Flandes (cfr. Apéndice II).
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