2.1. Los Países Bajos y su conflicto
de los rebeldes era la religión. (...) todo dependía de "la
Los diagnósticos de Requesens
Religión, que es la causa de la guerra"».23
Ya hemos apuntado que el giro que Felipe II pretendía
Esta frase de Requesens es de julio de 1575, pero ya al
dar a su política en Flandes, era encarnado, en la perso-
inicio de dichas conversaciones (marzo) el propio Don
na de Requesens, por el hombre sin duda más a propó-
Luis dejaba constancia ­como veremos­ de que no ha-
sito para ello.
bría acuerdo y ello por causa, precisamente, del conflic-
to religioso.
Ruiz Morales lo sintetizó muy bien: al Rey le era preciso
recurrir al Comendador Mayor, no sólo por ser «un hom-
No obstante, el criterio inicial ­y mientras pudo soste-
bre prudente, diligente y cuidadoso»... sino también «un
nerlo­ del Comendador Mayor fue claramente el de la
hombre de temperamento muy distinto al del duque de
acción en el terreno político (sin descuido ­por supues-
Alba, pues era afable, contemporizador y moderado».18
to­ de la guerra, que mientras tanto proseguía). Así se
expresaba Don Luis a su hermano Juan de Zúñiga a su
O, en palabras del historiador casi coetáneo Jacques de
llegada a Bruselas:
Thou (París, 1607-1608): «fue varón de moderación ex-
trema, de prudencia grande, lo que indujo a Felipe a
«Defiende el Duque bravamente que la causa de
enviarle a los Países Bajos, bien persuadido que, condu-
la rebelión no ha sido la décima24 ni los malos
ciéndose de modo opuesto al Duque de Alba, volverían
tratamientos, ni ejecuciones que se han hecho, sino
las provincias al deber. Creyó el Príncipe que la dulzura
sólo la religión (...), y con esto es de opinión que
y la equidad del nuevo gobernador harían olvidar el ri-
se ha de continuar el camino de las armas y la
gor inflexible de su antecesor (...)».19
fuerza, y no tomar el de la blandura y negocia-
ción; y así es de parecer que no se debe publicar el
Sin embargo, como vamos a ver, el problema era dema-
perdón general que el Rey quiere, y que será de
siado profundo como para que este cambio hiciera el
ningún fruto, y se perderá en ello autoridad; y
efecto deseado.
aunque para lo contrario hay muchas razones, y
Las instrucciones Regias que llevaba Requesens le auto-
creo que deben de ser las más ciertas, sabe el Du-
rizaban a emplear a un tiempo la conciliación y el ri-
que, como hombre tan prudente, decir tan bien
gor;20 Don Luis, al llegar a Flandes, consideraba que era
las suyas que pueden mal contradecírsele»
preferible emplear la primera antes que el segundo, y así
(22-11-1573).25
lo intentó durante largo tiempo, aunque ­significativa-
En su correspondencia privada el mismo Requesens re-
mente­ la constatación de su escaso eco, le llevaría fi-
conoce también, desde un principio, que el conflicto de
nalmente a admitir que el principal tratamiento para
los Países Bajos no lo había creado ni mucho menos el
acabar con la contumaz rebelión, era la solución militar.
Duque de Alba, y que, incluso, algunas de sus duras
Algo parecido, por cierto, ocurrió con el diagnóstico ini-
medidas habían tenido a priori su lógica (llegando a afir-
cial del Comendador Mayor sobre las causas que ali-
mar que el Duque había hecho en su momento lo que
mentaban la rebelión: creía, en efecto ­contra el criterio
debía26). Ciertamente tales medidas habían fracasado y
del Duque de Alba­ que no eran solamente religiosas
habían resultado contraproducentes, y ya no era defen-
(la herejía protestante) sino también, y no en menor
dible su continuidad, pero por supuesto Don Luis sabía
medida, políticas (la impopularidad de las novedades
que la cuestión tenía raíces anteriores y mucho más com-
introducidas de la mano de las autoridades españolas).
plejas, y que hubiera tenido difícil solución con el Du-
que o sin él. Ello, sin perjuicio de constatar, ya antes de
Sin embargo, el fracaso de todas las reparaciones y ofer-
su partida de Milán, que en Flandes «es muy necesaria
tas que presentó en el terreno político, terminaría por
la misericordia» (Requesens a su hermano Juan de Zúñi-
último acercándole ­curiosamente­ a la visión que ha-
ga, 29-7-1573).27
bía tenido el Duque de Alba, en el sentido de que el
alimento principal del conflicto era la herejía religiosa y
No obstante, también es cierto que la desesperación por
no otra cosa.21
la situación heredada, hará que en el futuro los juicios
de Requesens sobre su antecesor vayan haciéndose cada
Parece, por tanto, que esta opinión del Duque de Alba
vez más duros. Así, en septiembre de 1574 escribirá abier-
no era tan descaminada, si se considera que su sucesor
tamente al Rey denunciando que el Duque había hecho
Requesens, pese a iniciar su mandato con tan «buenas
«demasiada sangre» ­en especial, por lo que hacía a la
intenciones», acabó por deducir la misma conclusión
ejecución de los condes de Egmont y Horn en 1568­,
que él.22 Así lo confirma también Parker, a propósito
que el modo de proceder del Consejo de los «Tumultos»
del fracaso de las conferencias que tuvieron lugar en 1575
creado por el Duque había sido irregular y contrario a
en Breda, a las que luego nos referiremos: «pasados cua-
derecho, etc.28
tro meses, ambas partes alcanzaron un acuerdo sobre
casi todas sus diferencias políticas, pero aquello no fue
En cualquier caso, el Comendador Mayor, hombre rea-
suficiente. Requesens llegó finalmente a la conclusión
lista y de cabeza fría, desde el primer momento fue igual-
de que Alba había estado siempre en lo cierto: la verda-
mente consciente de que las posibilidades de una conci-
liación eran reducidas:
dera causa de la continuación de la resistencia por parte
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