II -- De Amberes a Madrid
completar la toma de las islas de Zelanda ­una brillante
Las conferencias de Breda,
operación que se preveía trascendental, por sus enormes
la ofensiva de Zelanda,
consecuencias estratégicas­, y reducido el Ejército a la
y la bancarrota de la Hacienda
más absoluta falta de recursos, el último pequeño alien-
to al que se agarraba el Comendador Mayor era la llega-
Requesens demostró ser un estratega de gran visión cuan-
da de Madrid de los «verdaderos remedios» de la mano
do en el otoño de 1575 lanzó su ofensiva sobre las islas
de Joachim Hopperus. Este jurista flamenco, guardase-
de Zelanda, que de haber contado con medios econó-
llos del Rey, asesor de Felipe II para los asuntos de Flan-
micos para su continuación, y con el apoyo combinado
des, había venido influyendo considerablemente desde
de la Armada que reiteradamente se venía solicitando a
1574 en el ánimo del Monarca a favor de un programa
España , habría supuesto un golpe durísimo a la rebe-
máximo de concesiones políticas, optimistamente co-
lión. ­Este fue, precisamente, uno de los motivos del
nocido como «los verdaderos remedios», que en reali-
envío de Domingo de Zavala a Madrid en mayo de
dad no podían ir mucho más allá de lo que ya se había
1575­ (véanse más detalles en el epígrafe 2.2., infra).
ofrecido oficialmente, o bien sugerido, en Breda.
En cambio, la bancarrota ­largamente demorada y ya
Tales «remedios» se venían discutiendo en la Corte
inevitable­ de la Hacienda española decretada por el Rey
­con la oposición cerrada del Duque de Alba, que evi-
el 1-9-1575, significó la tumba de aquella última y jus-
dentemente había caído en desgracia y de nuevo no tuvo
tificada esperanza del Comendador Mayor, quien en
ningún eco en el Rey­ desde fines de 1574, y habían
vano intentó obtener una rectificación de esta medida
recibido el apoyo de Requesens ante el Rey: «Yo me con-
(recurriendo de nuevo, entro otros, a su comisionado
formo con la opinión de Hopperus, que envíe V.M. a
especial en la Corte, Zavala; cfr. Apéndice III) por cuanto
esta gente [una] persona de su Sangre, y saque los foras-
privaba, tanto al Rey en la Península como al mismo
teros, y se vuelva al gobierno antiguo» (9-1-1575). In-
Requesens en Flandes, de la confianza y el préstamo de
cluían el nombramiento como Gobernador de una per-
los banqueros y mercaderes.
sona de sangre Real, que sirviera como símbolo del en-
Como inevitable consecuencia, la ofensiva quedó para-
lace de los Estados con la Monarquía ­era ésta la mayor
lizada y, lo que es peor, se agravó de tal manera la penu-
novedad­,40 la retirada de las tropas españolas, designa-
ria del Ejército, que la consecuencia final no habría de
ción de todos los oficios entre gentes del País, restitución
ser sino el motín y el desorden a gran escala, echando
de privilegios, abolición del Tribunal de los Tumultos, su-
definitivamente por tierra todos los esfuerzos ­no sólo
presión de impuestos, un nuevo perdón general, etc.
militares, sino también políticos­ de Requesens. Este
Como vemos, no era un programa realmente muy no-
último desastre no llegaría a verlo el Comendador Ma-
vedoso con respecto a las propuestas máximas que el
yor, puesto que se desencadenó después de su muerte,
Rey venía autorizando ­expresa o tácitamente­ a Re-
pero sus últimos meses de vida no pudieron ser de ma-
quesens, pero animó un poco al Comendador Mayor la
yor amargura y desesperación.
promesa de que ahora iba a venir respaldado oficial y
En cualquier caso, al fin y a la postre fue la cuestión
públicamente desde la Corte, traído en mano por Hop-
religiosa ­como el propio Requesens había previsto­ el
perus y Carlos Felipe de Croy, marqués del Havre.
escollo definitivo que no se pudo sortear. Así se com-
Esta promesa se le hizo en el otoño de 1575 ­después
probó, en efecto, en las infructuosas conferencias enta-
de la fatídica bancarrota­, y veremos que una de las co-
bladas con los rebeldes en Breda, a cargo de sendas co-
sas que el Gobernador inquirirá a Domingo de Zavala
misiones designadas por el Comendador Mayor y por
(comisionado por él en Madrid), en ese amargo invier-
los Estados sublevados, compuesta la primera de perso-
no, será precisamente acerca del envío de Hopperus. Sin
nalidades flamencas y valonas ­católicas y leales a Felipe
embargo, las habituales dilaciones del Monarca hicie-
II­, y de holandesas la segunda (febrero-julio 1575).
ron que el viaje se retrasara, y que fuera definitivamente
Requesens era del criterio de «pasar por todo» y conce-
cancelado al morir en marzo de 1576 el Comendador
der todas las condiciones de índole política que hicieran
Mayor. Requesens deseaba su llegada, pues sabía que la
falta37 ­y el Rey, siguiendo su consejo, parecía dispuesto
mayoría de tales «verdaderos remedios» coincidían con
a ello­,38 pero como era consciente de que no estaba
los que el Rey ya le había autorizado anteriormente,
aquí la mayor dificultad, sino en el conflicto religioso,
como el propio Monarca le reconocía. No obstante el
no podía dejar de esperar muy poco de las negociacio-
Comendador Mayor dejaba escrito ­en una carta que
nes.39 El nulo resultado de tales conferencias movió, en
no llegó a enviar, al fallecer el 5 de marzo antes de fir-
fin, a Requesens a lanzar una renovada ofensiva militar,
marla­ que muchas de tales soluciones no iban a servir,
la que sería última de su mandato, que ya hemos men-
ya, para dar fin a la guerra.41
cionado.
Lo que más interesaba en realidad, a estas alturas, de
tales «remedios» al Comendador Mayor, era la previ-
Los «remedios» de Hopperus
sión del nombramiento de una persona de sangre Real
Consternado por las inevitables consecuencias del de-
como Gobernador (el candidato más probable era a to-
creto de bancarrota del 1-9-1575, que le impidieron
das luces Don Juan de Austria, el prestigioso vencedor
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