2.2. La comisión de Zavala ante el Monarca
miembros del Consejo de Estado los que, antes de em-
La figura de Hopperus
prenderse las conferencias, propusieron a Requesens ir
Hemos apuntado con anterioridad (cfr. epígrafe 2.1.,
más allá, incluso y sobre todo en materia religiosa, sien-
supra), el influyente consejo que sobre los «verdaderos
do frenados tajantemente por el Gobernador.55
remedios» del conflicto de los Países Bajos venía pres-
Requesens, en efecto, dio a sus comisionados de Breda
tando a Felipe II su guardasellos, el jurista flamenco
directrices acordes con lo que el Rey le había autoriza-
Joachim Hopperus, así como la conformidad básica que
do, o al menos no le había desautorizado expresamente;
Requesens daba a los mismos. Ello no quiere decir, sin
y después de clausuradas las negociaciones, el Monarca,
embargo, que la figura de Hopperus estuviera exenta de
aunque mostrando alguna reticencia puntual, no dejó
elementos polémicos, también para el Comendador Ma-
de aprobar lo que se había obrado en las mismas. Y tales
yor.
directrices del Comendador Mayor habían obtenido
también, por supuesto, la opinión favorable del propio
El guardasellos Real ejercía en la práctica, no sólo de
Consejo de Estado flamenco-valón.
asesor de Felipe II para los asuntos de Flandes, sino tam-
bien de portavoz informal en Madrid de los políticos
Para mayor desfachatez, apuntaba Requesens, algunos
católicos flamencos y valones, con los que estaba en es-
de estos propios consejeros andaban diciendo en el País
trecha correspondencia; ahora bien, la sinceridad y leal-
lo contrario de lo que sugerían al Rey vía Hopperus:
tad de algunos de ellos se ponía en tela de juicio, y no
que el Gobernador no había querido la paz y que era
sólo en la Corte, sino también por el mismo Requesens.
responsable, por su criterio restrictivo, del fracaso de las
Se temía, no sin motivos, que a la menor crisis podían
conferencias.56
hacer traición y salvar sus propios intereses arreglándose
Entendemos, por tanto, la irritación del Gobernador por
con el enemigo; y así sucedería efectivamente en algu-
la doblez de sus propios consejeros, y por el papel de
nos casos, en el tremendo caos que siguió a la muerte
altavoz de estas calumnias que estaba jugando Hoppe-
del Comendador Mayor en 1576.
rus en la Corte. Terminaba Requesens manifestando su
Esta proximidad de Hopperus a personajes aquejados
satisfacción con la ruptura de tales negociaciones y su
de derrotismo, hacía que la Corte y el mismo Rey no
deseo de reducir a los rebeldes por la fuerza, pero ello,
tuvieran plena confianza en él: se escuchaban atenta-
insistía una vez más, no sucedería si Su Majestad no
mente sus propuestas y consejos, pero se guardaban muy
enviaba grandes provisiones de dinero.
mucho de darle entrada a todos los debates y de con-
Esta desconfianza del Comendador Mayor hacia Hop-
fiarle la información más sensible.52 De hecho, la «Jun-
perus siguió manifestándose hasta las vísperas de la muer-
ta de Flandes» funcionaba en realidad en dos versiones,
te de Requesens, como así lo transmitió Zavala al Rey,
una «oficial» con presencia de Hopperus, y otra reserva-
por medio de su Secretario particular Mateo Vázquez,
da, sin él.
el 6-2-1576.
A propósito de Hopperus, Domingo de Zavala envió a
No obstante lo anterior, sabemos que Requesens desea-
su señor desagradables informaciones sobre ciertas ma-
ba que fuera realidad el anunciado envío de Hopperus a
ledicencias procedentes de los Países Bajos y de las que
Flandes con sus «verdaderos remedios» y no porque ya,
el guardasellos estaba haciéndose eco en la Corte.53
a estas alturas, esperara realmente gran cosa de ellos para
El 10 de septiembre, un indignado Requesens escribía
resolver la cuestión de Flandes, sino, sobre todo, porque
desde Amberes al Rey contestando lo que Hopperus le
suponían su próximo relevo del Gobierno general en
había dicho a Zavala en Madrid:54 el lenguaje de Hop-
favor de una persona de sangre Real, previsiblemente
perus reflejaba la hiel con que le escribían al flamenco
Juan de Austria. Ésta era una liberación que el Comen-
dador Mayor deseaba con toda su alma, y no se olvida-
los miembros nativos del Consejo de Estado que aseso-
ba de preguntar a Zavala al respecto, aunque desgracia-
raba al Gobernador en Flandes, mintiendo con un des-
damente las noticias que su comisionado le transmitía,
caro que éste nunca había visto ni podido imaginar en
tampoco eran positivas a este respecto: «en lo de la ida
su vida. Y para dejarlo en evidencia Requesens se pro-
de Hopperus no sé nada» (28-12-1575).
ponía enviar a Madrid una copia de las actas del Conse-
jo, que pondría a todos en su sitio.
Las demoras del Rey, en fin, harían pasar los meses sin
que el flamenco llegara a salir de Madrid, y al final la
Concretamente, de Flandes habían escrito a Hopperus
muerte hallaría a Requesens en marzo de 1576 sin ha-
que el Comendador Mayor había vulnerado la autori-
ber recibido tales «remedios» y, sobre todo, la noticia de
dad del Rey y la religión católica en sus ofertas a los
su próximo regreso a España.
rebeldes durante las conferencias de Breda, y que ello se
había hecho precisamente contra la opinión de estos con-
sejeros que andaban en correspondencias con Hoppe-
rus ­Viglius, el duque de Arschot, Berlaymont, y
d'Assonleville­.
Lógicamente, y por otras fuentes (cfr. supra), sabemos
que esto no fue así, sino exactamente al revés: fueron los
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