II -- De Amberes a Madrid
ánimos y ganar las voluntades de los naturales» (Co.Do.In.,
Tomo CII, p. 323). No fue así, sin embargo, y el Rey tar-
dó todavía varios meses en concretar esta decisión.
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Albi (1999), pp. 213-215; Barado (1906), pp. 38-39.
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En este motín no hubo saqueo. El tristemente célebre sa-
queo de Amberes tuvo lugar en noviembre de 1576, ocho
meses después de la muerte del Comendador Mayor.
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Le acompañaban por supuesto Domingo de Zavala y los
restantes miembros de su séquito. Ya hemos señalado que
el Comendador Mayor y sus inmediatos ayudantes resi-
dieron por temporadas entre Bruselas y Amberes.
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Sánchez Martín (1998), p. 16; Barado (1906), pp. 39-41.
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En principio, la restauración de todos los privilegios, usos
y costumbres, pero Requesens y el Rey no descartaban re-
signarse a la convocatoria de los Estados Generales, salida
de las autoridades y tropas españolas, etc (Barado, 1906,
p. 109; Parker, 1989, p. 164).
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Las proposiciones políticas que en nombre del Rey se pre-
sentaron en las conferencias, consistían en el mantenimien-
to y guarda de «los privilegios, leyes, derechos y costum-
bres (...) tal y como antes de los tumultos, y si algo se
El puerto de Santander
hubiera innovado, bastará declararlo para que se restituya
en el último tercio del siglo XVI
y repare», el «completo olvido» de las cosas pasadas, «como
(Civitates Orbis Terrarum, Georg Braun
si no hubiesen éstas ocurrido, sin que nadie pueda impu-
tar a persona alguna tales cosas», etc (Barado, 1906, pp.
y Frans Hogenberg. Detalle).
110-111). No obstante, el Monarca no mostró gran inte-
rés en el resultado que pudieran tener estas conferencias,
como lo muestra la ausencia de comunicaciones a Reque-
Otros escenarios
sens, limitándose a dejarle hacer (Martínez Millán y Car-
los Morales, 1998, p. 154; Barado, 1906, p. 52).
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Sobre estas conversaciones: Barado (1906), pp. 51-53,
109-113; Parker (1989), pp. 164-165; Parker (1998), pp.
246-247. «No tengo ninguna esperanza de que nos con-
certemos», reconocía en marzo Requesens al conde de
Monteagudo (embajador en Viena).
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Esta idea ya había sido sugerida por Requesens al Rey,
apuntando que convendría dar como señor a los Países
Bajos un príncipe de los Austrias españoles o de Austrias
imperiales, bajo la tutela de España (Barado, 1906, pp.
50-51; Kamen, 2004, p. 224).
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Sobre Hopperus y los «verdaderos remedios»: Fernández
Conti (1998), pp. 146-151, 156-158; Martínez Millán y
Carlos Morales (1998), pp. 152-156; Kamen (2004), pp.
225-227; Barado (1906), pp. 114-115.
42
1906, pp. 35, 57.
43
Martínez Millán y Carlos Morales (1998), pp. 154-155;
Barado (1906), pp. 53 y ss.
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Como anticipo, tenemos los extractos que se hicieron de
las cartas enviadas ese mismo mes de mayo por Requesens
a la Corte, y que establecieron el siguiente resumen: «Falta
de salud del Comendador Mayor; que le parece debería ir
allá el señor don Juan [de Austria] para tomar aquel Go-
bierno; golpe [cantidad] de españoles por Italia, llevando
dineros»; socorros económicos; necesidad de una Arma-
da; fracaso de las conversaciones de Breda; propuestas de
nombramientos militares y civiles; etc. «Que si la armada
del Turco no viene, lo que convendría es que el Sr. don
Juan fuese a tomar aquel Gobierno con la gente que pare-
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