III -- Otros episodios de una vida
Así, retornando al caso concreto de nuestro Domingo,
El fenómeno de los hidalgos
esta población hidalga vasca constituía, por lo que se ve,
y escribientes vascos
una verdadera cantera de pajes ­así como de escribien-
tes y secretarios­ para la aristocracia española (por dar
Sabemos, por afirmación del propio Domingo de Zava-
otra muestra, cuando en 1573 Luis de Requesens se dis-
la en una carta de marzo de 1577 a la viuda de Luis de
ponía a partir de Milán hacia los Países Bajos, no fue su
Requesens (cfr. Apéndice IV), que nuestro protagonista
secretario Domingo de Zavala el único vasco que le
salió de Villafranca a los 12 años de edad, en 1548. Todo
acompañó, sino también varios escribientes y, cómo no,
indica que lo haría en condición de paje al servicio de
dos pajes, que ejercían igualmente de escribientes auxi-
una casa nobiliar del interior de la Península, conve-
liares ­cfr. Apéndice II­). Una cantera vasca que por su-
nientemente recomendado para ello por algún guipuz-
puesto se retroalimentaba a sí misma, por medio del
coano que ya estaba al servicio de dicha familia, de acuer-
mecanismo de la recomendación de conocidos, familia-
do a un fenómeno bastante habitual en la superabun-
res o convecinos para el acceso al servicio de estos linajes
dante población de hidalgos vascos. Modestos, pero al
peninsulares. Cabe pensar lógicamente, por tanto, que
fin y a la postre hidalgos, una condición que se recono-
el proceso ascendiente seguido por Zavala fue el que
cía con carácter universal a los naturales de Guipúzcoa y
comenzaba en la posición de paje y continuaba en la de
Vizcaya (consideradas colectivamente libres de las «im-
escribiente, para terminar, finalmente, como secretario
purezas» de sangre mora o judía14), con lo que ello su-
particular.
ponía de evidente ventaja a la hora de abrirles puertas.
Es más que previsible que cuando Domingo salió de
No hace falta insistir, a este respecto, en la trascenden-
Villafranca a los 12 años, lo hiciera portando ya una
cia de aquella predilección tan española por la (preten-
instrucción básica en lectura, escritura, y aritmética, ad-
dida) «limpieza de sangre», que en absoluto constituye
quirida bien en el seno de su propia familia (que, como
un elemento autóctono de estas Provincias, aunque fue
hemos deducido, poseía los suficientes conocimientos
aquí ­como sucedió con tantas cosas de aquel Antiguo
al respecto), bien en la escuela que a tal efecto ya fun-
Régimen­ donde alcanzara sus mayores vuelos y su más
cionaba en la localidad. En este sentido, Echegaray y
intensa persistencia en el tiempo (un arraigo que no es
Múgica nos informan que cuando menos desde 1538
de extrañar, teniendo en cuenta los privilegios que lle-
había maestro de escuela en Villafranca, pagado por el
vaba aparejados). Se trata, al igual que los Fueros, de
concejo, para atender las necesidades de la villa y de los
otro elemento propio de la cultura hispana en su con-
lugares de su extensa jurisdicción.16
junto, que Guipúzcoa o Vizcaya ­con hábil despliegue
«Bastante tempranamente, buena parte de las munici-
de argumentaciones seudohistóricas y jurídicas­ supie-
palidades vascas contaban con maestros contratados. Ob-
ron hacer suyos y capitalizar al máximo en evidente pro-
viamente, lo que se enseñaba era lo más elemental: leer,
vecho propio. Hidalguía universal y Fueros («materiales
contar y poco más» (Larrea y Mieza); en concreto, en
doctrinales de evidente raigambre castellana», en acer-
estas escuelas de primeras letras, que tenían carácter con-
tada síntesis de José María Portillo) integraban, en defi-
cejil o parroquial, se impartían tres conocimientos por
nitiva, a estos territorios en el ámbito castellano de la
este orden, lectura (en castellano), escritura (idem), y
manera más natural, pues respondían absolutamente a
aritmética.17 Suficiente, sin embargo, para con ello y con
los prejuicios, la exaltación de la mentalidad «cristiano-
la hidalguía que se les presuponía, salir hacia el interior
vieja», la obsesión aristocratizante, y la lógica del privi-
peninsular (o hacia América, en su caso) con bastantes
legio que imperaban en todo el Reino.
expectativas de ganarse la vida en empleos «de pluma»,
Hemos hablado también de «superabundancia» de hi-
por modestos que pudieran ser ­escribientes, en el nivel
dalgos, porque como es sabido, las Provincias vascas fue-
más básico­. Juan Alfonso de Lancina (Madrid 1687)
ron secularmente tierra de emigración ­desde la Recon-
dedicó estas frases al éxito que en este campo tenían los
quista y repoblación del interior español en el tiempo
vascos de su tiempo:18
de la Edad Media, hasta fines del siglo XIX, nada me-
«[Son] capaces de todas las ciencias, y desde niños en
nos­, debido a que la difícil orografía y la precaria agri-
la arte métrica [aritmética], y [en la] escritura tie-
cultura de estas tierras, entre otros factores, se revelaban
nen grande enseñança; suben a grandes cargos, por-
insuficientes para sostener adecuadamente a toda su
que en los ascensos y en servir se muestran humildes
población (aun con la presencia de dos importantes sec-
y puntuales».
tores industriales, las ferrerías y la construcción naval).
O, en palabras de Alonso del Castillo Solórzano (Ma-
De ahí, también el impulso de tantos guipuzcoanos de
drid 1625) sobre los muchachos vascos que iban a la
buscar horizontes de mayor prosperidad fuera de su te-
Corte a buscar fortuna:19
rruño, y hay que reconocer que la extensísima Monar-
quía hispánica ofrecía múltiples posibilidades a todos
«Vínole a servir un paje de la villa de Oñate (...) como
los niveles ­burocrático, marítimo, militar, comercial,
los suelen enviar sus padres a esta corte a valerse (...),
de servicio privado a las casas nobles (escribientes, con-
[con] las escribanías [el tintero, la pluma y demas
tables, secretarios), y, quizás en la mayor medida cuan-
útiles propios del escribiente] en la pretina [en el cin-
titativamente hablando, en tareas de servidumbre do-
turón], que éstas son en los más [de ellos] su remedio, y
méstica (criados y criadas, amas de cría,15 etc).
por ellas vienen a ocupar grandes lugares».
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