III -- Otros episodios de una vida
¿Estaría Domingo de Zavala entre los miembros de ese
pares (el Comendador Mayor, por ejemplo, arribó a
séquito? La operación tuvo lugar en los límites mala-
Mahón).
gueños con la actual provincia de Granada: se inició en
Reunida de nuevo la armada en Barcelona, el 3 de ju-
la playa de Torrox y se desarrolló, en fin, en las monta-
nio Requesens estaba por fin en las playas de
ñas en torno a la villa de Frigiliana, con la toma del pico
Vélez-Málaga, iniciando su participación en la guerra
El Fuerte (976 m.) como objetivo. Así, con la conquista
de las Alpujarras como segundo de Juan de Austria,
de esta cima (conocida en la historia de la sublevación
tanto en operaciones marítimas como en combates te-
morisca como batalla del «Peñón de Frigiliana») el 11
rrestres, que por su complejidad y prolijidad no entra-
de junio de 1569, se produjo el debut ­exitoso­ del Co-
remos a detallar15 (1569-1570). La vigilancia era para
mendador Mayor en esta lucha. La guerra fue particu-
interceptar las ayudas que llevaban los corsarios berbe-
larmente difícil y desagradable por la complicada oro-
riscos a los moriscos sublevados, y se añadía al trans-
grafía de estas ásperas serranías y el espinoso acceso a las
porte de tropas, operaciones de desembarco, etc, ope-
escarpadas plazas fuertes del enemigo, las disensiones
rando principalmente desde Cartagena.
de los altos jefes cristianos, la lamentable indisciplina y
poca calidad combativa de las milicias locales, el peligro
Detalle interesante, sin embargo, es la participación de
constante de sorpresas y emboscadas propios de la gue-
una compañía organizada con los caballeros y los em-
rrilla morisca, y el fanatismo religioso.
pleados que formaban su séquito,16 ya en la primera
acción terrestre de Requesens, que decidió bajar a tie-
En 1570 Requesens se dedicaría a poner freno a las in-
rra por propia iniciativa apenas llegado a la costa mala-
cursiones berberiscas en la costa catalana, patrullando
gueña. Desembarcaron de las dos galeras que el Co-
por la mar y protagonizando acciones de socorro a di-
mendador Mayor tenia asignadas a su servicio perso-
versas villas, alternando esta actividad con estancias en
nal, para combatir en las sierras del extremo oriental de
su palacio de Barcelona. Nos hallamos ya, por tanto, en
Málaga, junto a las milicias de los concejos y las com-
las vísperas de la formación de la «Santa Liga» y de la
pañías de los Tercios traídas de Italia.
campaña de Lepanto.
Algunos juicios sobre la personalidad de Luis de Requesens.
Domingo de Zavala tuvo el mérito de hacer fortuna al servicio de uno de los grandes
hombres de la poderosa España de la 2ª mitad del siglo XVI. La vida de Zavala no se
entiende sin la confianza y el aprecio que lealmente supo ganarse de Luis de Requesens,
a cuya sombra seguiría incluso después de la prematura muerte del Comendador Mayor
acontecida en marzo de 1576. El guipuzcoano continuó en efecto, durante muchos
años, al servicio tanto de su hermano Juan de Zúñiga y Requesens, como de su hija
Mencía de Requesens, marquesa de los Vélez. En especial, el mando de la galera «Gra-
nada» en Lepanto (1571), y la Secretaría de Estado y Guerra en Flandes (1573-1575)
seguida de su comisión ante el Rey (1575-1576), fueron las dos oportunidades que
permitieron a Domingo de Zavala acreditarse cara a su larga y exitosa carrera posterior.
El Comendador Mayor de Castilla, a diferencia de lo que sucede con otros servidores de
Felipe II (como el Duque de Alba o el Cardenal de Granvela, sumamente controverti-
dos), ha sido una figura bien considerada por la historiografía. Se le reconocen de forma
unánime, en efecto, su moderación, prudencia y buen juicio naturales y su inteligencia
política. Como defectos, la fragilidad de espíritu que mostró en algunos momentos de
su mandato en Flandes, y la excesiva debilidad e indulgencia con que trató a las tropas
amotinadas en 1574 en Amberes.
Bicheno1 destaca, tanto en Requesens como en su hermano Juan de Zúñiga ­sucesor del
propio Don Luis en la embajada de Roma­, «sutiles muestras de gran inteligencia». En
este sentido, ambos hermanos pueden ser considerados parte destacada de «la flor y
nata» de la diplomacia de Felipe II.2 Se considera a los dos Requesens-Zúñiga como
políticos cuerdos a carta cabal.
En palabras de Carlos Carnicer y Javier Marcos,3 «Felipe II contó con un plantel de
diplomáticos, generales y consejeros muy experimentados y competentes en las tareas
de inteligencia y diplomacia secreta, probablemente los que rayan a mayor altura en
toda la historia de España. La falta de cabezas que se empezaría a acusar en el siglo XVII
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