III -- Otros episodios de una vida
No obstante lo anterior, muy poco tiempo después se-
cerse cargo de varias altas responsabilidades en la Ha-
ría recuperado de nuevo para el servicio: no para volver
cienda Real de Sevilla, como veremos enseguida.
a asistir al Consejo y Contaduría Mayor, sino para ha-
Guipúzcoa en la Corte.
El papel intercesor de Domingo de Zavala
y otros burócratas guipuzcoanos a favor de su Provincia
Hay una cuestión que no puede dejar de resaltarse: la pertenencia de Domingo de Zavala
al verdadero «grupo de influencia» que formaban los naturales u oriundos de Guipúzcoa
situados en diversos altos cargos de la Corte y que estaba encabezado, por supuesto, por
Juan de Idiáquez, uno de los tres/cuatro hombres más influyentes sobre el Rey Felipe II en
su última época, y todavía una persona bien situada en los nuevos tiempos de Felipe III y
del Duque de Lerma inaugurados en 1598.
Este grupo, bien trabado y concienciado, rindió sin duda desde la Corte excelentes favores
a su Provincia de origen, asumiendo y defendiendo sus intereses con gran celo y eficacia.
No se trataba desde luego de ninguna novedad, ya que éste fue un fenómeno enraizado y
general durante ­particularmente­ el tiempo de los Austrias, en el cual el servicio de los
burócratas vascos a la Monarquía alcanza sus mayores cotas de categoría y prestigio y, con
ello, las mayores posibilidades de intermediación a favor de su tierra natal.
Unas cotas que no estuvieron exentas, por cierto, de la crítica de algunos observadores, en
cuanto aquellos burócratas vascos constituían un entramado que se auto-reproducía y que
alcanzaba un volumen ciertamente sobredimensionado ­absorbente y desmedido, a juicio
de estos detractores (por ejemplo, la sátira de Quevedo a los «cántabros tinteros»1)­. Tam-
bién fue, en ocasiones, objeto de censuras el hecho de que esta proliferación burocrática
vasca se viera muy facilitada ­lo era así, desde luego­ por la hidalguía que universalmente
se reconocía a los vascos (en cuanto población pretendidamente no «contaminada» por
moros o judíos); un atributo que se concedía a los naturales de estas provincias ­con lo que
ello significaba a la hora de abrir puertas­, y que fuera de ellas era censurado a veces como
abusivo.
En cualquier caso, es ahora, en los años 90 del siglo XVI y primeros años del siglo XVII,
cuando dicho fenómeno presenta sin duda una de sus más pujantes expresiones.
Ni que decir tiene que ello redundó en grandes ventajas, no sólo para la propia carrera
particular de estos empleados, sino también, a un nivel superior, para la salvaguarda de los
intereses políticos y económicos de su tierra de origen, y para la propia consolidación y
desarrollo de los Fueros y privilegios de los territorios vascos.
Por otra parte, cabe observar el acendrado provincialismo de esta vinculación entre los
cortesanos vascos y su patria chica: vamos a ver, en efecto, que es básicamente a los guipuz-
coanos a quienes recurre la Provincia de Guipúzcoa. Nos movemos, a estos efectos, en el
ámbito del «guipuzcoanismo», «vizcainismo» o «alavesismo»; faltaba mucho tiempo toda-
vía para el «vascongadismo» como realidad política operativa.
Huelga insistir, por lo demás, en la evidente «satisfacción» y «firme adhesión», y hasta
«agradecimiento social» (Gregorio Monreal), por parte de los territorios vascos hacia la
Corona de Castilla de la que formaban parte, reconociendo la importancia decisiva de este
marco superior en orden a la pacificación interna, la modernización institucional, y la
apertura de múltiples posibilidades de prosperidad comercial, industrial, y ­cómo no­
funcionarial. En palabras de este mismo autor:
«Lo cierto es que las expectativas que ofrece el Estado de los Austrias involucran a miles
de vascos, y que muchos resultan enriquecidos en la carrera burocrática». «Miembros de
este grupo social [la burguesía burocrática vasca] defendieron en la Corte con eficacia los
intereses del país del origen; es preciso concederles el mérito que les corresponde en el
pacífico despliegue y en la expansión autonómica de las instituciones públicas de los
territorios vascos».2
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