III -- Otros episodios de una vida
Alonso Ramírez de Prado, el hombre de confianza de Ler-
un enriquecimiento personal ostentoso, por lo que em-
ma en el Consejo de Hacienda. Fueron estos dos hom-
pezaron a levantarse voces solicitando su destitución.
Sin duda los dos se creían perfectamente a salvo, gracias
bres, por medio de diversas Juntas, los que orientaron las
a la protección que les otorgaba su «patrón», el Duque
directrices de la política económica de la Monarquía en
de Lerma. Y tal vez habría sido así... si sus pecados no se
estos años, y no el Presidente del Consejo de Hacienda,
hubieran visto agravados, muy agravados con el estrepi-
Juan de Acuña, a pesar de que éste también era un buen
toso fracaso de su política y, todavía peor, con la oculta-
«lermista». Como veremos, la omnipresencia y enorme
ción del verdadero estado de cosas en que mantuvieron
influencia de ambos personajes en esta vital materia, tro-
al mismísimo Valido. Evidentemente fueron demasiado
cadas en desmedidas ambición y corrupción, y rematadas
lejos. Muy confiados, envanecidos y creyéndose impres-
con el absoluto fracaso de su política, acabarían por aca-
cindibles, no previeron que con sus excesos pudieran
rrear su descrédito total y su procesamiento.
perder la confianza del Duque (irritado, este último,
Dicho plan de «desempeño», ideado por Ramírez de Pra-
mucho más por su ineptitud y deslealtad que por su
do y Pedro Franqueza desde 1602, se proponía buscar
corrupción); y tampoco calcularon que su «patrón» po-
nuevas fuentes de financiación para pagar las deudas de
dría llegar a sacrificarlos si se veía a sí mismo en entredi-
la Hacienda y liberar las rentas Reales, que se hallaban
cho, como efectivamente ocurrió.
comprometidas por el sinnúmero de obligaciones que
En enero de 1606 el Duque seguía defendiendo enérgi-
cargaban sobre ellas (el famoso «situado» que hipoteca-
camente a sus dos «clientes» y cargando, en cambio,
ba las rentas propias de la Hacienda Real).
contra el Consejo de Hacienda acusándole de no secun-
Ahora, en 1603, el objetivo concreto de la «Junta del Des-
dar suficientemente a aquéllos. Sin embargo, a lo largo
empeño General», que fue fijado a propuesta de ambos
de 1606 se fue haciendo innegable que el plan de Fran-
personajes, era nada menos que el de conseguir el desem-
queza y Ramírez de Prado estaba teniendo resultados
peño total de la Hacienda en tres años, para fines de 1605.
desastrosos. El engaño en que mantenían a Lerma y al
Franqueza y Prado se atrevieron, en efecto, a prometer
Rey se fue desplomando ante la evidencia de los hechos.
que a fin de 1605 estarían pagadas las deudas, y el Duque
Desde luego no era la timidez uno de los defectos de
de Lerma les confió la voz cantante en la Junta, lo que
estos hombres, sino la más osada desfachatez, pues el
significaba ­teniendo en cuenta las extraordinarias atri-
13-2-1606 elevaban al Valido y al Monarca sendos in-
buciones de que ésta fue dotada­ que asumieron el con-
formes asegurando que la Junta del Desempeño Gene-
trol total de la Real Hacienda. Esta privilegiada situación
ral había puesto las bases de una recuperación total de la
de que disfrutaron, duraría hasta su arresto en diciembre
Hacienda Real, que se había pagado toda la deuda pú-
de 1606 / enero de 1607 respectivamente.
blica, y que se habían creado nuevas fuentes de finan-
En principio la formación de una Junta específica para
ciación suficientes para el futuro, calificándolo de «obra
este problema no era en sí misma y necesariamente algo
heroica»; por todo lo cual pedían, cómo no, las oportu-
negativo, ya que la razón de ser de este modus operandi
nas (y enormes) mercedes.4 No obstante, Lerma empe-
«juntista» ­al menos teóricamente­ era reunir puntos de
zaba ya a ser consciente de la verdadera situación.
vista más amplios, favorecer la coordinación entre diver-
El clamor contra Prado y Franqueza, tanto por su co-
sos organismos, y por supuesto, activar el tratamiento de
rrupción personal como por su nefasta gestión, fue en
la cuestión otorgándole una atención individualizada y
aumento, y el Valido no estaba dispuesto a dejarse arras-
«ad hoc»; pero requería lealtad y transparencia ante los
trar por su causa. Así, en el verano de 1606 Lerma orde-
organismos de la administración Real directamente afecta-
que se les investigara en secreto. El hombre elegido
dos, en este caso, ante el Consejo de Hacienda. Si esta
para esta misión, y para llevar también a cabo las futuras
lealtad y transparencia no se daban, como fue el caso, el
acusaciones, fue Fernando Carrillo, miembro del Con-
resultado era el «oscurantismo» (Fernández Albadalejo)
sejo de Castilla; una persona de la absoluta confianza
más absoluto. Y del oscurantismo por regla general nada
del Valido, y que en recompensa por los buenos servi-
bueno puede esperarse. Así ocurriría en esta ocasión.
cios que prestó al Duque en este delicadísimo asunto,
sería elevado a la Presidencia del Consejo de Hacienda
Franqueza y Prado adoptaron una serie de medidas fi-
en diciembre de 1609.
nancieras novedosas pero de alto riesgo, que por su com-
plejidad técnica no nos corresponde describir aquí.3 El
Por orden del propio Lerma, Fernando Carrillo procedió
resultado final fue un verdadero desastre, incrementán-
a la detención de Ramírez de Prado el 26-12-1606, y de
dose todavía más la deuda, y ello acompañado de un
Franqueza pocos días más tarde, el 20-1-1607. El mismo
monumental caos consecuencia de tales experimentos.
Carrillo presentó los cargos contra ambos, con la finali-
dad ­por supuesto­ de crear un «cordón sanitario» (en
No obstante, durante un tiempo pudo mantenerse la
expresión de Ferós) en torno a Lerma, aislando las culpas
ficción, aunque para ello Ramírez de Prado y Franqueza
de los dos acusados para evitar que el Valido se viera afec-
tuvieron que engañar a su patrón el Duque de Lerma y
tado. El caso quedó así estrictamente circunscrito, desde
al mismo Rey, presentando unos informes totalmente
el punto de vista judicial, a un problema de corrupción
falsos.
individual,5 aunque no se pudo impedir que la imagen
Por otra parte, ambos personajes incurrieron en toda
del Duque saliera perjudicada, por cuanto ­como míni-
suerte de cohechos y desfalcos que se hacían visibles en
mo­ no había sido capaz de controlar a sus «clientes».
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